miércoles, 13 de mayo de 2009

Introduccion

Una de las singularidades de la música popular dominicana es la constante variación. Para unos, el hecho constituye una muestra admirable del don de la creatividad. Para otros, la tal ocurrencia deviene confusión y disgregación de los valores originales. Lo cierto es que el país se muestra desde hace décadas como escenario de una formidable explosión de músicos, ritmos y estilos, que, aunque diferenciados, conviven ceñidos tenazmente al nombre del merengue. El resultado ha sido positivo, sin dudas, si se mide el alcance internacional obtenido, con logros jamás vislumbrados. Volviendo a la sinuosidad del merengue en su trayectoria, casual, o forjada en las manos de sus distintos líderes de turno, sería interesante echar una vista panorámica aunque sucinta de los más sobresalientes cambios, no en cuanto a su dimensión popular ni mucho menos a la respuesta entusiasta o no de las multitudes, sino, por su consistencia estrictamente musical y de forma.

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